Manda tu hijo a la guerra

En este sentido, tanto Ucrania como Venezuela son dos ejemplos perfectos de diversas cuestiones: de cómo funciona eso que llaman la realpolitik, a nivel internacional; y de la absoluta hipocresía rayando en lo cobarde y lo mezquino de la mayoría de nuestros políticos. Sobre Ucrania y Venezuela nadie se ha atrevido a contar la verdad porque unos tienen intereses en derribar a estas dictaduras, y luego están los de Vox y Podemes que apoyan a Putin y Maduro. Los que ahora nos cuentan que la UE tiene que invertir no sé cuánto dinero en su defensa tendrían que explicarnos, primero, qué concepto tienen de defensa europea y cómo querrían practicarla, porque como la apliquen igual que las políticas verdes para salvar al planeta, entonces tendríamos un grave conflicto.

Venezuela nos enseña la lección de que, a pesar de la dinámica del globalismo y la influencia de las relaciones internacionales en la vida doméstica, solo el pueblo soberano de cada país puede decidir su destino. Porque la otra opción es infiltrar un comando de la CIA o del CNI para que mate a Maduro y convoque elecciones. En nuestro caso, y pocas dudas quedan sobre ello, hay una gran parte del gobierno trampista con intereses compartidos con la narcodictadura criminal de Maduro, con Zapatero en primera fila al servicio de ese dictador corrupto.

Cuando inviten al expresidente español a algún acto estos de ese circo de la fiesta por el fallecimiento de Franco, que nos cuente qué se siente luchando de manera tan comprometida contra un Caudillo muerto, mientras es el sirviente de un dictador vivo. La realidad es que en Venezuela nada iba a cambiar por muchas entrevistas que diese Cayetana Álvarez de Toledo o muchas idioteces dijese Raxoi en esos mítines-manifestaciones que le convocan para hacerle sentir algo útil. La democracia en Venezuela solo se abrirá paso o bien porque el ejército venezolano quite a Maduro o bien porque estalle una guerra civil. Pero, por desgracia, no existe otro camino.

Más complicado, sin embargo, es la cuestión de Ucrania, ya sea porque la tenemos más cerca, ya sea porque está siendo un símbolo de la democracia europea pero desde el sofá de casa. Hay una realidad que ningún demócrata puede cuestionar: Ucrania es un país soberano y Rusia una amenaza para la paz y un país agresor. Pero aquí hemos leído comparaciones de Putin con Hitler o con la invasión de Polonia. Por mucho que el papel lo aguante todo, hay cosas que solo pueden aguantarlas o ignorantes o cínicos venenosos. Nos cuenta Cayetana que debemos empezar a pensar en acabar defendiendo «la democracia» en el campo de batalla. Otra cosa es quien va a decirle a una madre que mande su hijo a Ucrania para luchar por la «democracia».

Trump tiene claro qué hacer con Ucrania, y por eso hará lo que quiera a beneficio de Putin. Europa es un club de cobardes y de mediocres que solo saben patalear cuando el tradicional aliado fuerte de siempre decide, de repente, aliarse con nuestros enemigos.