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Lo que a simple vista era una intervención más en la carretera estuvo cerca de acabar en una tragedia. Antonio Molina e Ismael García, guardias ... civiles en Pinos Puente y Maracena respectivamente, se salvaron de una muerte segura por un salto, por un segundo. «El camión pasó a una cuarta del coche oficial», aseguran. Un camionero que circulaba a gran velocidad –se acababa de saltar un control– se aproximaba a ellos. Ismael se percató. Solo le dio tiempo a dar una voz y avisar a Antonio antes de tirarse a la mediana, lo mismo que hizo él poco después. Resultaron heridos leves, pero salvaron la vida: «Nunca habíamos vivido una situación tan límite», admiten.
Todo ocurrió en la A-92, cerca de Atarfe. Estaban realizando labores de Seguridad Ciudadana cuando se encontraron con un camión al que se le había reventado una rueda. Pararon a auxiliarlo a la par que avisaban a la agrupación de Tráfico. El conductor llamó a la grúa e Ismael se quedó en la parte delantera señalizando el tráfico, puesto que el carril izquierdo había quedado cortado a esa altura. Lo que parecía una actuación rutinaria se convirtió, sin esperarlo, en una escena de vértigo. «Estaba indicándole a los coches que se apartaran cuando asomó un tráiler a gran velocidad. Detrás le seguía un vehículo de Tráfico; después nos enteramos que se había saltado un control en Huétor Santillán», cuenta Antonio.
En concreto, el vehículo, con matrícula portuguesa, venía circulando a 139 kilómetros por hora, cuando la velocidad máxima permitida para este tipo de vehículos en autovía es de 90, según informó la Benemérita. Al darle el alto para notificarle la infracción, el conductor ignoró las señales de los guardias civiles y emprendió una peligrosa huida a gran velocidad, poniendo en grave riesgo al resto de usuarios de la vía. La persecución se prolongó más de 13 kilómetros, durante los cuales el conductor observó «un manifiesto desprecio por la vida del resto de los usuarios de la vía», tal y como informó el cuerpo.
El vehículo estaba aproximándose a ellos. No había tiempo para pensar, solo para saltar. «Iba levantando una gran polvareda. O nos tirábamos a la mediana o nos atropellaba. Nos libramos por una cuarta, fue la distancia a la que pasó del coche oficial», cuenta Ismael. Él se tiró el primero, pero antes gritó para alertar a su compañero, que se encontraba detrás del camión al que estaban auxiliando. «Escuché: ¡Cuidado!¡Cuidado! No me di cuenta de nada hasta que me avisó. Todo pasó en un segundo», detalla Antonio. Él se golpeó el codo con el camión estacionado y la rodilla al darse con el quitamiedos. Ismael sufrió un esguince de tobillo por la caída, pero ninguno de los dos se dio de baja. Por otro lado, el camionero al que estaban auxiliando estaba a salvo, en la mediana. «Nuestra prioridad siempre es poner a salvo al ciudadano», recuerdan.
No había tiempo para lamentarse, había que seguir trabajando. Justo un minuto antes había pasado una patrulla de la Guardia Civil del puesto de Atarfe, por lo que les avisaron por la emisora de que un tráiler estaba circulando a gran velocidad, seguido por una patrulla de Tráfico y sin intención de parar. «Retuvieron un poco la circulación, que era intensa en ese momento. A la altura de las Canteras, al hacer un poco de tapón, el conductor se vio obligado a echarse al arcén», cuentan los guardias. Los incidentes no finalizaron ahí. El conductor provocó un accidente, al colisionar con otro vehículo, aunque afortunadamente no se produjeron heridos. Finalmente lograron interceptar el vehículo y detener a su conductor.
¿La causa de la huida? Nadie lo sabe. El conductor, de nacionalidad portuguesa, dio negativo en alcohol y drogas. Tenía toda la documentación en regla. Incluso demandaron la presencia de la unidad canina por si hubiera algún elemento ilegal escondido, pero nada. Todo estaba en orden. «Él no nos supo dar una explicación», indican.
Ambos llevan 20 años de servicio. Han vivido situaciones de todo tipo, pero nunca han estado tan cerca de un final fatídico. «No es lo mismo estar en un control y que alguien se dé a la fuga. Aquí no lo veíamos venir, fue demasiado sorpresivo», apostilla Antonio. «Fue tan repentino que no sabíamos ni que estaba huyendo. Yo pensé que la patrulla de Tráfico venía a ayudarnos con el camión averiado. Luego lo entendí todo», admite por su parte Ismael.
Si volvieran a aquel día, no dejarían de auxiliar al camión averiado. «Es nuestra vocación, no podemos mirar para otro lado», coinciden. Solo esperan que durante la larga carrera que seguro les queda por delante, siempre que se despidan de su familia para irse a trabajar sepan que van a volverla a ver.
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