¿Por qué la tecnología que triunfa no siempre es la mejor?
Se cumple medio siglo de la guerra entre Betamax y VHS
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El pasado mayo se cumplieron cincuenta años del Betamax, el formato de vídeo doméstico desarrollado por Sony. Algunos españoles recordarán aquellas cintas de 150 metros ... de longitud, cuya calidad de imagen y sonido superaba a la ofrecida por el coetáneo VHS. No en vano, ambos estándares protagonizaron una lucha encarnizada por hacerse con el mercado, imponiéndose la propuesta de JVC gracias a sus acertadas decisiones estratégicas.
Hablar del Betamax contra el VHS es hacerlo del mito de David contra Goliat: los consumidores no siempre escogen la opción más vanguardista, sino aquella que encuentran más conveniente. Que se lo digan si no a la Game Boy de Nintendo, una consola portátil con pantalla monocromática que, pese a encontrarse en las antípodas tecnológicas de su competencia (la Game Gear de SEGA llegó con pantalla a color y una mayor capacidad de procesamiento) logró ocupar todos los bolsillos por su mayor autonomía y catálogo de juegos.
Sí, puede que las cintas VHS se viesen y escuchasen algo peor que las Betamax, pero resultaban más baratas y permitían el doble de tiempo de grabación. Buena parte de culpa la tuvo el celo de la propia Sony, que impidió la adopción del formato a otras compañías (al contrario que JVC, que lo licenció a mansalva inundando el mercado de reproductores cada vez más económicos). Con el tiempo, los grandes estudios fueron decantándose por la opción con más adeptos y el resto es historia.
En la práctica, la llamada 'guerra de los formatos' transcurrió durante la década de los 80 (el Betamax llegó en 1975 y el VHS un año después). Sony reconoció su fracaso en 1988, con el anuncio de que comenzaría a producir sus propios reproductores VHS y después de que la multimillonaria industria del porno apostase por dicho estándar.
Otros formatos condenados
Sony tiene el 'honor' de haber engendrado numerosos formatos frustrados, pero no podemos culparla por intentar controlar un segmento tan pujante como el de los soportes (acertar supone que cientos de fabricantes te paguen para llevar sus productos al mercado, ya hablemos de películas, música o videojuegos). Especialmente sonado fue el caso del MiniDisc, que llegó en 1992 con la promesa de dejarnos grabar música: consistía en un disco de reducidas dimensiones (más pequeño que el CD tradicional) insertado en una carcasa de plástico. Sin embargo, su lanzamiento justo cuando los CD-R vírgenes y sus grabadoras comenzaban a bajar de precio, sumado a las limitaciones del formato (apenas 140 MB de almacenamiento base y una mayor compresión de audio) terminaron por sentenciarlo. ¿La puntilla? La llegada del .mp3 y los primeros reproductores digitales.
Sony participó igualmente en hecatombes como la del Video CD (ideado junto a Phillips, Panasonic y JVC), que ofreció una calidad inferior a la del VHS ya en 1993, pocos años antes de que el DVD llegase para quedarse. Tampoco tuvo suerte con el UMD (discos diminutos encapsulados, cual MiniDisc) de su PlayStation Portable (PSP), dado el éxito indiscutible de la doble pantalla de Nintendo (DS, pionera de los paneles táctiles) y unos tiempos de carga incompatibles con la naturaleza portátil de la consola para la que se diseñaron en exclusiva.
En la memoria colectiva también figuran experimentos como el LaserDisc de MCA y Philips, desarrollado en paralelo al Betamax y comercializado por primera vez en 1978 (en Estados Unidos). Fueron discos ópticos del tamaño de un vinilo que albergaban tanto imagen como sonido, pero no permitían grabar encima y apenas calaron entre los cinéfilos más allá del coleccionismo. Esto pese a que, una vez más, contaban con una calidad audiovisual muy superior a la del VHS.
La última batalla moderna
Aunque pueda parecer que estas guerras por el entretenimiento doméstico son cosa del pasado; de los tiempos en que la industria audiovisual no tenía clara su hoja de ruta, lo cierto es que la última no dista muchos años. Es más, puede que incluso le haya pasado desapercibida. Nos referimos a la contienda por suceder al DVD, protagonizada por el consabido Blu-Ray (Sony estuvo esta vez en el bando ganador) y el HD-DVD de Toshiba, allá por 2006.
Ambos se constituyeron como formatos de vídeo de Alta Definición que mejorarían la calidad de imagen del DVD después de una década, con una diferencia principal: la opción de Toshiba contaba con menor capacidad de almacenamiento. No fue esto lo que decantó la balanza, sino el apoyo decidido de las compañías que conformaron la llamada Blu-Ray Disc Association (Panasonic, Philips, Samsung, Sharp, LG, Hitachi, Pioneer, Dell, HP y TDK); además de la integración de un lector de Blu-Ray en la consola PlayStation 3.
Así, aunque los reproductores HD-DVD eran más baratos (llegó a venderse uno a modo de accesorio para la Xbox 360 de Microsoft), la mayoría de consumidores ni siquiera llegaron a enterarse de que existían este tipo de películas -diferenciadas por una carátula de color rojo, frente al azul del Blu-Ray-. Sea como fuere, visto el triunfo de las plataformas de streaming y cómo las películas, discos y videojuegos en formato físico están desapareciendo de las tiendas, todo apunta a que no volveremos a vivir pugnas similares a las descritas.
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