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El disco duro constituye una parte fundamental de cualquier ordenador: alberga el sistema operativo (Windows, macOS, Linux...) que permite que funcione, además de los documentos, ... programas, fotografías y vídeos que obran en nuestro poder. No extraña entonces que la pesadilla recurrente de muchos sea descubrir que su disco duro ha dejado de funcionar, lo que en algunos casos conlleva la pérdida de todos esos datos.
Por fortuna, existen señales más o menos claras de que algo no anda bien con los discos duros tradicionales, de tipo mecánico (provistos de partes móviles, lo que los hace más frágiles y al mismo tiempo económicos frente a las llamadas unidades de estado sólido o SSD). Estos modelos resultan aún hoy los más extendidos, hablemos de unidades instaladas dentro del ordenador o externas, conectadas por USB para usarlas como almacenamiento de respaldo.
Conviene preocuparse (y anticiparse) si nos topamos con alguno de estos problemas durante el uso cotidiano del equipo:
1. Todo va más lento: ¿El ordenador tarda más que de costumbre en arrancar? ¿Navegar entre carpetas o abrir programas se ha convertido en algo tedioso? Puede que algunos sectores del disco duro estén dañados o que su cabezal de lectura esté dando problemas, lo que en último término llevará al colapso del periférico.
Por supuesto, existen otras explicaciones plausibles para un sistema ralentizado: la instalación de un programa malicioso, que el dispositivo de almacenamiento esté prácticamente lleno o que nuestro equipo se haya quedado corto de memoria RAM (lo que resulta habitual cuando intentamos ejecutar software actual, como juegos, en ordenadores veteranos). Descartado lo anterior, procederemos a comprobar la salud del disco duro en sí.
2. Escuchas ruidos extraños: Tras años oyendo el funcionamiento de nuestro disco duro, resulta sencillo detectar cualquier sonido fuera de lo común. Los ruidos intermitentes y reiterativos indican, la mayoría de veces, dificultades de lectura o escritura que seguramente deriven en un error fatal. En estas situaciones y para evitar males mayores, los expertos aconsejan apagar el ordenador (o desconectar la unidad externa) de forma segura lo antes posible.
3. No encuentras determinados archivos: Pongamos que tienes una carpeta con fotos familiares en el escritorio de Windows. Siempre ha estado ahí y la consultas asiduamente. De pronto, un buen día, notas que ha desaparecido. Entras en pánico y abres el explorador de archivos para dar con ella, pero no hay éxito. De hecho, puede que encuentres algunos de los documentos que contenía, pero tan siquiera puedes abrirlos por encontrarse corruptos. No cabe duda: el disco duro está fallando y, a la larga, podría hacernos perder mucha más información.
4. Programas que se congelan o no se abren: También debemos sospechar si aquellos programas que llevamos tiempo usando se quedan congelados cada dos por tres (hasta tal punto que no queda otra que forzar su cierre). El disco duro también puede ser el problema si, al hacer doble clic sobre sus iconos, nunca llegan a abrirse.
5. Mensajes de error frecuentes: Los célebres 'pantallazos' azules de Windows obedecen, en ocasiones, a un disco duro en mal estado (por ejemplo, si aparecen durante tareas como la copia masiva de archivos o la edición de vídeos). Otro indicativo preocupante es que aparezcan ventanas con mensajes de error como 'no se puede leer el disco', 'sector ilegible' o 'archivo no encontrado'.
Constatado cualquiera de los puntos anteriores, nuestra prioridad será salvaguardar los datos del disco duro en cuestión. Para ello realizaremos una copia de seguridad en la nube o en un dispositivo de almacenamiento externo. Actualmente disponemos de unidades USB y tarjetas de memoria voluminosas a precio de derribo, pero también podemos cortar por lo sano volcando el contenido del disco duro defectuoso en otro externo. Basta con arrastrar la estructura de archivos completa entre ventanas.
Seguidamente certificaremos que el disco duro presenta problemas. La forma más sencilla es recurrir a la función de autodiagnóstico ('S.M.A.R.T.', siglas de 'Self-Monitoring, Analysis and Reporting Technology') que incluyen la mayoría de HDDs modernos. Para ello, teclearemos 'wmic diskdrive get model,status' en el Símbolo del Sistema de Windows; o abriremos la Utilidad de Discos de macOS para consultar qué aparece junto al indicador de estado: 'OK' o 'Verificado' si el funcionamiento del disco duro es correcto; y 'Pred Fail' o 'Fallando' si algo anda mal.
Igualmente podemos usar programas de terceros como 'CrystalDiskInfo' (Windows) o 'DriveDX' (macOS) para ejecutar un análisis más exhaustivo del disco duro y de paso conocer sus horas de funcionamiento acumuladas, lo que nos permitirá anticiparnos al final de su vida útil y reemplazarlo por otro sin males mayores. La mejor opción por fiabilidad y rapidez (como apuntamos más arriba) es un disco SSD, que al no contar con partes móviles resulta más silencioso, duradero y resistente a los golpes.
Con todo, lo mejor es tomar precauciones para que el disco duro aguante lo máximo posible. Esto pasa por no exponer el ordenador (especialmente los portátiles) a temperaturas elevadas o entornos húmedos; no mover el equipo o HDD externo mientras estén en uso; limpiarlos regularmente para evitar que acumulen polvo; y usar protectores de sobretensión, ya que no es la primera vez que un pico de corriente eléctrica 'fríe' algún componente informático.
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