El Almería, un campeón de invierno que pasa frío fuera
El equipo indálico sólo ha sumado 17 puntos en los 15 partidos de la segunda vuelta, cuando en la primera firmó más del doble, pese al titubeante inicio | En la segunda vuelta, sólo ha sumado 4 puntos ha domicilio, con un punto de los últimos 21 celebrados
La UD Almería cerró el mes de diciembre con una sensación de autoridad que hacía presagiar un desenlace muy distinto al que hoy atraviesa. El equipo rojiblanco, dirigido por Rubi desde el verano, alcanzó el ecuador de la competición como campeón de invierno tras completar una primera vuelta brillante: 39 puntos en 21 jornadas, con 11 victorias, 6 empates y sólo 4 derrotas. El conjunto almeriense había marcado 40 goles y encajado 29, lideraba la tabla clasificatoria con un bloque sólido, reconocible y ofensivamente poderoso, impulsado por una racha final de 14 partidos sin perder –10 victorias y 4 empates, con doce de la primera vuelta y los dos primeros de la segunda– que lo catapultó hasta la cima. En aquel momento, nadie dudaba de su condición de candidato al ascenso.
Aquel liderato no fue circunstancial. Fue el reflejo de una dinámica sostenida, de una idea clara de juego y de un equipo que había construido su confianza desde el orden y la contundencia. El Almería se imponía con autoridad, era vertical y eficaz en campo rival y tenía en Luis Suárez al mejor goleador de la categoría. La implicación ofensiva era colectiva, con aportaciones importantes de Leo Baptistão, Sergio Arribas o Nico Melamed y defensivamente había encontrado una línea sólida, sostenida por un bloque que trabajaba junto, desde el portero hasta los puntas. El equilibrio era la clave.
Un cambio abismal
Tres meses después, esa imagen se ha evaporado. El Almería de la segunda vuelta no guarda relación con aquel equipo que dominaba partidos y transmitía confianza. En las 15 jornadas disputadas desde entonces, sólo ha sido capaz de sumar 17 puntos de 45 posibles, un registro que lo ha descolgado de la zona de ascenso directo y que incluso lo ha dejado fuera del playoff. El desplome ha sido progresivo pero constante, marcado especialmente por su fragilidad como visitante. Ahí se encuentra la clave del deterioro. No en vano, el equipo ha perdido seis de sus últimos siete partidos lejos del UD Almería Stadium y sólo ha conseguido un empate en ese tramo.
La serie de resultados como forastero es demoledora. Así, ha cosechado derrotas en Albacete (2-1), A Coruña (3-1), Eibar (1-0), Burgos (3-1), Granada (3-1) y Castellón (4-1) y un único punto obtenido en El Molinón ante el Sporting (1-1). En total, 17 goles encajados por apenas 6 anotados. Ese desplome competitivo ha hecho que el Almería caiga a las últimas posiciones de la clasificación como visitante, con sólo 22 puntos sumados en 19 desplazamientos. Un dato que retrata a un equipo que se descompone cada vez que se aleja de casa. Si se traslada a la segunda vuelta, son 4 puntos de los 21 disputados, con 9 goles anotados por los 17 que ha encajado en los ocho partidos disputados fuera del UDAlmería en lo que va de segunda vuelta del campeonato.
Lo más preocupante no es el resultado, sino las formas. Porque el equipo ha dejado de ser competitivo. Ha perdido agresividad, organización y respuesta emocional. Cuando juega fuera, no logra controlar los partidos ni imponer su ritmo. Se le ven las costuras. Evidencia errores como transiciones mal ejecutadas, presión desordenada, errores de concentración, desconexiones puntuales que se repiten en cada encuentro. Incluso cuando se adelanta en el marcador, como ocurrió en Burgos o Castellón, acaba siendo desbordado sin capacidad de reacción.
Sólido en casa
En casa, la historia es distinta. El Almería ha sido mucho más fiable en UD Almería Stadium, donde ha sumado 9 victorias en 17 partidos, con 31 goles a favor, y ha logrado contener los daños con actuaciones sólidas como las mostradas ante el Zaragoza (4-1), Levante (1-0) o incluso Cartagena (2-1), pese a que pudo verse destrozado con un balón al palo en el último minuto cuando en los 85 minutos primeros hizo méritos para tener una renta que no se viera rota por cinco malos minutos. Sin embargo, esa dicotomía ha roto cualquier expectativa de regularidad. El equipo no consigue enlazar resultados que lo estabilicen y cada semana parece comenzar de cero.
Uno de los factores más visibles de esta caída ha sido la dependencia de Luis Suárez. El delantero colombiano, autor de 23 goles, ha sido el faro ofensivo durante toda la temporada. Pero en las últimas jornadas, su producción ha menguado, especialmente fuera de casa, donde acumula cuatro partidos sin marcar. Y cuando Suárez no aparece, el Almería se queda sin plan alternativo. Leo Baptistão, con 9 goles y 3 asistencias, y Sergio Arribas y Nico Melamed, con 6 tantos, han aportado en momentos puntuales, pero el reparto ofensivo sigue siendo insuficiente. Ni los mediocampistas ni los extremos han aportado cifras estables en el último tercio. La dependencia del colombiano no sólo es numérica, también anímica. Su ausencia goleadora se refleja en la tensión general del equipo.

A este desequilibrio ofensivo se suma la debilidad defensiva. El equipo ha encajado 48 goles en 36 jornadas, situándose como la tercera defensa más castigada entre los doce primeros clasificados. Más allá de las cifras, lo alarmante es la forma en que recibe los tantos, pues nacen como consecuencia de errores en la salida de balón, marcajes laxos en centros laterales, pérdidas en zonas de riesgo y desajustes en la transición defensiva. La estructura colectiva se ha venido abajo y los goles suelen llegar en los tramos más delicados, los primeros 15 minutos, cuando el equipo entra frío, y los últimos 15, cuando las piernas no responden y la mente se nubla.
Castellón, un ejemplo
El ejemplo más reciente fue el descalabro en Castellón, donde tras una primera parte aceptable, el equipo se deshizo en la segunda mitad. Rubi no lo ocultó en sala de prensa. «A partir del 60 nos hemos deshecho como un azucarillo», aseguró. En ese mismo encuentro, reconoció que el Castellón «nos ha pasado por encima» y lamentó que su equipo no esté sabiendo competir fuera de casa. En sus palabras se percibía resignación. «Cuando no es una cosa, es otra».
A nivel anímico, el golpe está siendo profundo. Tras la derrota en el SkyFi Castalia, Nico Melamed fue igual de sincero. «No puede ser que nos metan un gol y nos vengamos tan abajo». El centrocampista pidió un cambio de chip urgente y alertó del momento clave de la temporada. «Es el momento más importante del año y tenemos que dar un giro a esto ya».

Tampoco ayudan las lesiones. Durante esta segunda vuelta, Rubi ha tenido que recomponer líneas con frecuencia. Ausencias en defensa, centro del campo o ataque han obligado a alterar los planes. La falta de continuidad en los onces titulares ha afectado la automatización del juego y el equipo ha perdido fluidez tanto con balón como sin él. Tampoco han funcionado los refuerzos invernales como se esperaba. Ninguno de los dos –Lázaro Vinicius que volvía de una cesión y Selvi Clua, llegado desde el Girona– ha supuesto un salto real de calidad.
Fractura anímica
Todo esto ha derivado en una fractura anímica. El entorno ha pasado del entusiasmo al escepticismo. La afición, que soñaba con el regreso inmediato a Primera tras el descenso, observa ahora con resignación cómo el equipo se diluye en el momento decisivo. Las sensaciones no acompañan. El equipo transmite dudas, inseguridad y una alarmante falta de liderazgo en los tramos calientes.
Quedan seis jornadas, dieciocho puntos en juego, y la clasificación está apretada. El playoff todavía es posible. Pero lo que está en duda ya no es si el Almería logrará meterse entre los seis primeros, sino si está preparado para competir con garantías en esa fase decisiva. Porque el playoff no perdona. Exige regularidad, fortaleza mental, eficacia a domicilio y un nivel competitivo que ahora mismo este equipo no tiene. Lo que parecía un descenso controlado se ha convertido en una caída libre.
La paradoja es evidente. El mismo equipo que deslumbró en la primera vuelta, que fue líder o equipo de ascenso directo durante semanas y que cerró el año con una imagen imponente, se ha convertido ahora en una incógnita. Ya no intimida. Ya no impone. El miedo ha cambiado de bando. La duda lo invade todo. Pero el margen aún existe. El fútbol siempre da una última oportunidad. Y el Almería todavía puede recuperarse. Pero necesita mucho más que puntos. Necesita convicción. Necesita identidad. Y necesita memoria. Porque sólo recordando quién fue, podrá volver a serlo.
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