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Unos días antes del apagón nacional, Netflix estrenó proféticamente -cual maniobra publicitaria inesperada- 'El eternauta', con Ricardo Darín a la cabeza del reparto, una producción argentina excepcional que comienza, precisamente, con las luces de Buenos Aires extinguiéndose. La propuesta, un proyecto largamente acariciado que ha estado años moviéndose de despacho en despacho -hasta Álex de la Iglesia soñaba con convertirlo en una realidad-, adapta un cómic esencial en la historia del medio que vio la luz en 1957. Ha llovido lo suyo desde entonces, de ahí su carácter visionario. Empieza con el mundo apagado y una nevada letal que elimina a los seres humanos. Si te toca un copo de nieve, estás muerto. Con una primera temporada de seis intensos capítulos, la serie se mantiene en el número 1 de la conocida plataforma. Su fuerte carga política sigue vigente, máxime conociendo la trágica historia de su creador, el guionista H. G. Oesterheld, secuestrado en 1977 por las fuerzas armadas durante la dictadura militar de Videla, siendo uno de los muchos desaparecidos durante tamaña infamia, más de 30.000 personas según fuentes fidedignas. Acompañaban al autor sus cuatro hijas, dos de ellas embarazadas, también asesinadas por pensar diferente, al igual que sus parejas. Su obra, con dibujos de Francisco Solano López (increíble su adaptación de 'Freaks', con texto de Jim Woodring, aparecida por entregas en nuestro país en las páginas de 'El Víbora'), presenta una invasión alienígena en la cual parte de la población superviviente es sometida mentalmente por los extraterrestres. La metáfora está servida en los tiempos que corren.
'El eternauta' es una obra de culto absoluto en Argentina. Por aquellos pagos, su fama es similar a la de Mafalda. Hay quien se tatúa en la piel como signo de identidad al personaje principal, Juan Salvo, a quien encarna un Darín inspirado, un ser humano con sus miedos y contradicciones. El oscuro relato de ciencia-ficción echa a andar con el protagonista jugando en casa a las cartas con un grupo de amigos. La luz se va y nada funciona, salvo los aparatos analógicos -los guiños nostálgicos son inevitables-. Un fenómeno meteorológico inusual se desata en Buenos Aires. Nieva como nunca y el blanco manto que cubre la zona viene con sorpresa. Es tóxico. Si te roza la insospechada precipitación atmosférica, a la postre un prodigio sobrenatural, mueres al instante. El número de fallecidos crece exponencialmente, la humanidad está en peligro. Los bellos copos de nieve son mortales. A partir de aquí la ficción entra en una espiral de extrañamiento, de inquietante atmósfera envolvente que crece episodio a episodio. Para salir al exterior hay que emplear máscaras y cubrirse el cuerpo al máximo. Esto es solo el principio de una odisea repleta de sorpresas.
La imagen de Juan Salvo con la máscara antigas y una escopeta al hombro es un icono total. Puede parecer también un submarinista caminando sobre la nieve. Símbolo de la resistencia, es un superviviente que refuerza el mensaje de la propuesta, subrayado en la versión audiovisual: el héroe colectivo. El individualismo mata en una sociedad con el corazón helado. Solo, estás muerto, no existes. Ahora que se cultiva, no solo entre las nuevas generaciones, la idea de que el arte no debe ser político, citando sorprendentemente ejemplos de éxito con llamativos recados morales incorporados, resulta esperanzador que una obra magna como 'El eternauta' llegue al gran público a través de la multipantalla. A diferencia del cómic escrito por el añorado Oesterheld -nombrarlo repetidamente es un grano de arena en pos de la justicia-, la acción en la serie transcurre en la actualidad. Es una de tantas licencias creativas que se ha tomado en la traslación a imagen real Bruno Stagnaro ('Vientos de agua'), máximo responsable de una adaptación que mantiene el espíritu del material de partida, una novela gráfica pionera e inspiradora que se presentó en Argentina con 106 entregas, editadas entre 1957 y 1959, dentro de la revista 'Hora Cero Semanal'. Inevitablemente, hay que recordar que hablamos de dos lenguajes diferentes.
Cruce entre 'Starship Troopers' y 'La invasión de los ladrones de cuerpos', con un toque de 'The Last of Us', si tomamos referencias actuales, las viñetas de 'El eternauta' se anticiparon e influyeron a muchas obras de toda índole que vinieron después. La serie crece en cada capítulo, mantiene el suspense y muestra un acabado por encima de la media. Una producción de estas características no hubiera sido posible sin una tecnología clave de plena actualidad en el campo audiovisual, el stagecraft, empleado a fondo en la producciones con gran cantidad de efectos visuales, como es el caso. Consiste en la sofisticación de la retroproyección de toda la vida. Títulos como 'The Mandalorian' han popularizado este recurso que abarata costes. Varias pantallas gigantes rodean a los actores, proyectando imágenes de increíbles escenarios en movimiento. Las escenas de la ciudad -un personaje más- completamente nevada, sumamente apocalípticas, tiran de esta técnica revolucionaria que permite rodar aquello que el creador imagine en un simple garaje. Al margen del empaque técnico, el reparto está espléndido. Carla Peterson, César Troncoso, Andrea Pietra y Ariel Staltari acompañan a Darín en su gesta, entre otros rostros de sobrada trayectoria.
Cierto es que el espectáculo concienciado, la recomendable traducción del estupendo tebeo a imágenes en movimiento, no empieza como debiera. Un epílogo inédito presenta a tres amigas pasando la noche en un barco, con Buenos Aires de fondo. Habrá quien se fije y descubra que la técnica del stagecraft todavía falla en entornos donde reina la oscuridad. Afortunadamente, todo mejora notablemente a partir de ahí, del famoso apagón que supone el pistoletazo de salida de una aventura plagada de sugestivos giros. La ambientación cala en los huesos. La parábola social está presente con detalles cuidados, como el inicio del segundo episodio, en un flashback que acontece en una reunión de vecinos, el lugar idóneo para retratar el comportamiento humano. El tono realista ayuda a que entremos en la historia y empaticemos con unos personajes que pueden cambiar de bando en cualquier momento. Todos cargan con problemas personales que van apareciendo en su relación con los demás.
El ritmo in crescendo -la cuarta y quinta entrega son fantásticas- colabora en la efectividad del conjunto, con un cliffhanger al final del viaje que invita a una ya esperada segunda temporada que ojalá tenga salida (hoy en día, nunca se sabe). Hay mucha humanidad en esta interesante relectura de una historieta fundamental, una de tantas iniciativas vinculadas a la ciencia-ficción que nos hacen preguntas sobre nuestra existencia. ¿En qué mundo queremos vivir? Cabe resaltar el ensamblaje de la puesta en escena, la fotografía y el uso del sonido y la banda sonora en un planteamiento que rompe la épica cinematográfica del héroe clásico que se vale por sí mismo. Aquí la gente común se une para enfrentarse a la maldad, con compromiso y valentía. Afrontan las adversidades en comunidad… y ocurre en Argentina y no en EE UU. Toca organizarse.
El cómic 'El eternauta' cuenta con varias ediciones en nuestras librerías. Una publicación de Planeta Cómic, revisada y corregida siguiendo las directrices de los herederos de los creadores, rescata la obra original. Fueron retocadas más de cincuenta ilustraciones sin alterar el alma de la obra, con la intención de «optimizar su calidad visual, potencia y continuidad gráfica». El mensaje de Oesterheld sigue vivo, su legado y su genialidad. El propio guionista planteó una nueva versión de su idea, dibujada esta vez por el genio Alberto Breccia. Vio la luz en 1969, con un final precipitado debido a las circunstancias. Este reboot acaba de ser lanzado en nuestro mercado por Penguin bajo su sello Reservoir bajo el título 'El eternauta 1969'. El álbum vuelve a contar la historia con un estilo visual más experimental y un tono más político. El resultado fueron 17 entregas, publicadas en la revista 'Gente'. El trazo expresivo de Breccia rompió esquemas. Algunas polémicas entre el público y los editores propició el apresurado fin de la propuesta, ahora en el candelero gracias a la adaptación impulsada por Netflix, una empresa símbolo del capitalismo que lanza piedras sobre su propio tejado, invitando a la reflexión. Evidentemente, no tiene problemas a la hora de pasar por caja.
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