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Fígares se llena de persianazos
Cierres, traslados y jubilaciones merman el sector comercial del céntrico barrioen calles como Agustina de Aragón, Ribera del Genil, Mulhacén o Pintor Zuloaga
El barrio de Fígares de Granada ve pasar los años en las arrugas de las persianas de los comercios que echan el cierre. Poco a ... poco, muy lentamente, el barrio que mantiene todavía su fulgor comercial con un excelente comercio repartido por su entramado vial con los grandes ejes de la calle Alhamar y San Antón como santo y seña, las tiendas van desapareciendo. Es un goteo suave pero continuo que deja su huella en calles señeras como Pintor Zuloaga, Mulhacén, Agustina de Aragón o Ribera del Genil.
Amalia Benavente, presidenta de la Asociación de Vecinos Fígares, confirma la tendencia. «De momento no es una situación alarmante, pero sí es cierto que se están cerrando locales». La razón hay que buscarla cinco años atrás. «Tras la pandemia ha habido un poco de lío y están cerrando muchos sitios o cambiando el tipo de negocio».
Gregorio García, en su doble condición de presidente de la Federación de Hostelería y Turismo de Granada y responsable del restaurante Oleum en la calle San Antón, ofrece su punto de vista ante la situación. «Todo lo que ocurre y se organiza en la ciudad –este reportaje se realiza mientras la Tarasca está en las calles por la festividad del Corpus–, pasa por el Centro y aquí, a este barrio no nos llega nada». Por tanto, se arroja de esta forma un primer punto para explicar los persianazos que se detectan a lo largo y ancho del barrio de Fígares.«Hay que desviar la masificación del Centro», propone Gregorio García.

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Hay más razones. Entre ellas, destacan dos. «En primer lugar no existe el relevo generacional. Los hijos no parecen confiar en el trabajo realizado por sus padres y optan por otros caminos». Yluego está, como siempre en estos casos, el factor económico.«Todo está caro. Carísimo. Tener un negocio cuesta muchísimo y los ingresos se van en pagar el local, el género, los impuestos y el personal. Así, pasa lo que pasa», termina el hostelero.
Abandono institucional
Israel, propietario del bar La Cavilla, en la calle Aben Humeya, ofrece más contexto a la situación en Fígares de negocios que abren, que cierran y que vuelven a abrir o que se quedan perdidos en el limbo que los mantiene con las persianas bajadas. «Las instituciones nos tienen abandonados completamente», se queja con amargura.
Pone un ejemplo. «No nos han puesto ni una sola luz por el Corpus», y de esta forma, hila discurso con Gregorio García y su queja sobre el desmesurado protagonismo del Centro en la vida de la ciudad de Granada. «Pagamos como si estuviéramos en el Centro pero no somos el Centro y no tenemos nada positivo como el Centro», insiste Israel. Ypone un segundo ejemplo. «Amí la terraza me cuesta lo mismo que la que hay en el primer puente sobre el río en la Carrera del Darro. Ya me contarás».
Paqui Pérez Soto baja del portal de su calle preparada para tomar el aperitivo con sus amigas. Asus ochenta años de edad, es memoria viva de este barrio granadino. Su explicación del actual contexto viene de la experiencia de toda una vida en sus calles. «Antes éramos familias completas con tres, cuatro, cinco hijos y claro, bajábamos a comprar a las tiendas de por aquí. Esto, como ha cambiado tanto, tiene estas consecuencias».
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